miércoles, 20 de febrero de 2013

TENDENCIAS EDUCATIVAS EN LATINOAMERICA
 
 
 
1. TENDENCIAS PEDAGÓGICAS:   
 
ESCUELA FRANCESA O GALA



La escuela francesa o gala fue una tendencia educativa que se concibió en el siglo XIX, bajo la dirección de los señores Johann Friedrich Herbart, filósofo, psicólogo y pedagogo considerado el sucesor de Kant en la catedra de filosofía y Friedrich Daniel Ernst Schleiermacher, teólogo y filósofo, ambos alemanes, quienes con sus conocimientos lograron introducir el concepto de pedagogía como ciencia, fundamentadas en la practica y la teoria como una forma de desarrollar competencias profesionales en la profesion del ser maestro.

Herbart fue una de las primeras personas que enseño pedagogía en el nivel universitario. En ese entonces existía de una forma muy limitada: como un apéndice práctico de la teología llamada catequética; como un apéndice práctico de la ética y como un gran conjunto de experiencias ocasionales de la escuela que realizaban diversos maestros. Pero en ninguno de los tres casos existía un pensamiento reflexivo sobre la enseñanza. El rol del maestro estaba determinado por agentes externos, como del estado o la iglesia o por una rutina realizada sin responder a principios. En los dos primeros casos la pedagogía se limitó a buscar la mejor manera de traspasar ciertos conocimientos y valores, es decir, se concentró exclusivamente, en el momento didáctico - metódico. Los objetivos de la enseñanza estaban dados de antemano y el docente trataba que sus alumnos lo lograran, de la mejor manera posible, pero no le interesaba mayormente este aspecto de su docencia. La pedagogía era nada más que la sierva de la teología o de la ética y los docentes eran servidores de la iglesia o del estado.  

En el tercer caso, no se trataba más que de muchas experiencias desorganizadas y los docentes no eran grandes pensadores, si no trabajadores asalariados quienes cumplían una rutina. Eran capaces de presentar y de intercambiar experiencias escolares, pero no contaban con los principios pedagógicos para evaluarlas y para sistematizarlas.

Después de la revolución francesa (1789) los estados modernos tuvieron que construir sistemas democráticos de educación pública. Necesitaban contar con una nueva profesión: el maestro. Para ser maestro profesional no era suficiente ser esclavo obediente de la teología y de la iglesia o un aficionado que serviría a la ética y al estado. Para crear una competencia profesional se necesitaba una ciencia auténticamente pedagógica, porque solamente una teoría podía presentar los principios para una acción competente.

Para ilustrar este punto puede servir la distinción sociológica entre el rol social del maestro y su auto-rol pedagógico profesional. El primero está determinado desde fuera. El servidor social recibe mandatos y demandas desde los grupos sociales vinculados a la educación, como por ejemplo, padres, empresarios, autoridades, políticos, legisladores, alumnos, prensa o iglesia. El auto-rol del maestro nace, crece y fortalece desde su comprensión de la teoría pedagógica.

El primer rol corresponde al modelo esclavo y el segundo al modelo autónomo de hombre. El auto-rol sirve para criticar las expectativas no razonables y para garantizar una autentica competencia profesional pedagógica. Solo de esta manera, nacela responsabilidad personal del maestro, la cual no puede delegar a ninguno de los grupos sociales.
  

 

Para cumplir adecuadamente esta responsabilidad no bastaba entonces –y no basta ahora-disponer de una teoría adecuada. En esta época, como ahora, era necesario conectarla (acompasarla) con la praxis educativa en la familia y en la escuela, por eso el problema de la relación entre teoría y praxis no era solo un problema en los comienzos de la pedagogía, sino también ahora continua siendo un problema básico permanente.  
Según Herbart (y también los otros padres de la pedagogía, como Schleiermacher y después Dilthey), la pedagogía tuvo que tener una triple tarea: mejorar la praxis educativa en las familias y en las escuelas; establecer una interpelación institucionalizada entre teoría y praxis (ciencia y acción); y preparar o fundamentar, a través de la teoría, una competencia profesional en la práctica. Esta competencia no nace automáticamente de la lectura de los libros o del estudio de teorías, sino que surge de la reflexión autónoma de los estudiantes o de los futuros educadores/maestros.
De otro lado, Schleiermacher estaba más interesado en examinar el tipo de ciencia que debe ser esta nueva pedagogía: un análisis empírico, una especulación filosófica, o una cooperación dialéctica de ambos. Esta es una pregunta importante porque de su respuesta depende lo que el maestro debe estudiar, cómo formarse y cómo trabajar. Mientras Herbart empezó por distinguir la pedagogía como teoría de la educación y como arte, Schleiermacher analiza que es la educación y se pregunta si es practica (accionar) o poiesis (producir), es decir, comienza desde lo que pasa en la clase. Así, es uno de los primeros filósofos de la educación que destaca la propia dignidad a la educación y reconoce que teoría vienen después y no debe dirigir ni domesticar la educación, sino que ayudar a los que educan a tomar conciencia de lo que hacen y a distanciarse del quehacer diario para criticarlo constructivamente. Por lo tanto, a diferencia de Herbart, sus preguntas centrales son: ¿Qué es la educación? ¿Es educación lo que se ofrece usualmente en las escuelas? ¿Cuál es la idea de educación que permitiría dilucidar si se ofrece habitualmente en las escuelas o si se trata de otra actividad que erróneamente se llama educación? ¿Es lo mismo instrucción que educación? ¿Es viable planificar la instrucción? ¿Puede hacerse lo mismo con la educación?
BIOGRAFÍA:
 
ADAM SMITH
 
 
 
 
 
 
 
OBRA LITERARIA: 
 
LA FRANJA AMARILLA
 
 
Una Breve Reseña Sobre “Dónde Está La Franja Amarilla”



Título original de la obra: “Colombia, el Proyecto Nacional y la Franja Amarilla”
Autor: William Ospina
País: Colombia
Lengua: Español
Fecha de publicación: 1996
Precedido por Un álgebra embrujada
Seguido por Las auroras de sangre

William Ospina (Padua, Tolima, 1954), poeta, ensayista y traductor. Premio Nacional de Poesía Colcultura, 1992. Ha publicado entre otros libros “Esos extraños prófugos de Occidente” (Norma, 1994), “Un álgebra embrujada” (Norma, 1995) y “¿Con quién habla Virginia caminando hacia el agua? (Norma, 1995).
 
 
 
 
(¿Dónde está la franja amarilla?) Es un libro a manera de ensayo escrito por William Ospina en marzo de 1996. Su título surge de una metáfora con respecto a la bandera y los partidos políticos tradicionales «(…)ahora que el rojo y el azul han dejado de ser un camino, ¿dónde está la franja amarilla?(…)»

 

 
La apertura de texto se desarrolla, y direcciona el absoluto de la obra en el momento en que William Ospina intenta responder a una pregunta realizada por una amiga norteamericana: «(…)no entiendo -me decía-, con el país que ustedes tienen, con el talento de sus gentes, por qué se ve Colombia tan acorralada por la crisis social; por qué vive una situación de violencia creciente tan dramática, por qué hay allí tanta injusticia, tanta inequidad, tanta impunidad. ¿Cuál es la causa de todo eso?(…)»

 

El autor en primera parte, argumenta su posición apelando a la realidad actual, y a su vez, a lo desgraciado que es para Colombia ser el primer país del mundo en índices de criminalidad. Después, aduciendo esto al desamparo bajo el que está inmerso gran porcentaje de los habitantes de nuestro país, enuncia uno de los aspectos quizá más trágicos por el que una nación ha podido atravesar, y es que, Colombia viva una crisis excepcionalmente trágica, y tan distinta a lo que han padecido los demás países del Tercer Mundo.  Esto a su manera, lo contrasta con la opulencia difícil de exagerar que ostenta la clase dirigente posicionada inmediatamente contigua a los índices más inquietantes de ineficiencia estatal, entre muchas otras cosas.

 

Complementando lo anterior, comenta lo pasmoso que para él resulta que brillen por su ausencia quejas, y manifestaciones por parte del pueblo Colombiano ante un Estado que para ellos es inexorablemente un ente mal dirigido porque se sienten en malas manos. Por ello resulta pasmoso, porque no es un pueblo que se manifieste cuando lesionan su dignidad, y porque no le exige a sus gobernantes el deber imperioso de recordar que representan un pueblo, además de saber, que son pagados también por el pueblo. Y, entonces, habla de Francia al que llama El país de la Revolución por hacer respetar lo expuesto y demostrado anteriormente, pues Colombia aún no hace respetar lo que Francia en bloque sí.

 

Más adelante el autor comenta que, al punto en que el éxito de Gaitán se hizo imparable, los partidos tradicionales iniciaron tres etapas antirrevolucionarias en contra del caudillo: el asesinato que generó el Bogotazo; La Violencia; y el Frente Nacional, con todo esto el país quedaba a manos de aristócratas liberales y conservadores, que aseguraban su sucesión en el poder porque se intercambiaban el mazo a fin de seguir desamparando a los pobres; por lo que William considera el 9 de abril de 1948 la fecha más infeliz del siglo para nuestro país, porque ése día se confirmó dramáticamente la ruptura de un orden social original que parecía inquebrantable.



Desafortunado que, la presencia de hombres armados forme parte natural del paisaje colombiano, como las colinas y los ríos. Y es, aún más dramático, ver a qué puntos de intolerancia llegó el sectarismo político antaño. Ver las peleas entre godos, y cachiporros pobres, mientras los dirigentes de sus partidos –los aristócratas– se encargaban de financiar las peleas para matarse entre sí. Todo ello finalizó con el abrazo de Alberto Lleras y Laureano Gómez, con ello no hubo ganador alguno, pero sí un saldo de 300.000 campesinos muertos.



De esta manera el autor cierra con una medida siguiente y posterior al conflicto entre Liberales y Conservadores, unos versos genuinos y valerosos «(…)todo eso sólo requiere la apasionada y festiva construcción de vínculos sinceros y valerosos. Y hay una pregunta que nos está haciendo la historia: ahora que el rojo y el azul han dejado de ser un camino, ¿dónde está la franja amarilla?(…)»
 
 
 
 
 
NORMA TÉCNICA CURRICULAR COLOMBIANA: 
 
COMPETENCIAS BÁSICAS
 
 
 
 
 
 


jueves, 13 de septiembre de 2012

LOS CUATRO ACUERDOS



El hombre, como ser pensante se ha visto en la necesidad de crear un estilo de vida en el cual seamos felices, limpios en cuerpo y alma para disfrutar de nuestro entorno. Es por eso que el Dr., Miguel Ruiz, nos da a conocer cuatro acuerdos que nos servirán para equilibrar y ser auto determinantes en las acciones que hagamos o en las cosas que pensemos, reflejadas en actos, sentimientos, etc., dejando a un lado las creencias inculcadas o influencias por nuestro entorno y concentrándonos en el “yo” espiritual.
Estos acuerdos, están basados en la sabiduría de una civilización pensante espiritual llamados toltecas, quienes se ubicaban en México y a su vez  afirmaban que “nuestras vidas no son más que un sueño, cuyo creador es uno mismo”. Partiendo de esta idea, se generan estos acuerdos donde el objetivo principal es hacer que cada uno de nosotros desechemos esas creencias heredadas y seguido a esto, responder a una realidad interior.

El primer acuerdo: se impecable con tus palabras.

Un proverbio español dice “hay tres cosas que nunca podrán recuperarse: la flecha lanzada, la palabra dicha y la oportunidad perdida”. Este primer acuerdo, habla principalmente de esa palabra dicha. Dependiendo del cómo se diga, de igual forma se interpretará.  La palabra es una de las cosas más sorprendentes que posee el ser humano, con ella podemos dar felicidad, alivianar o sencillamente entretención, pero de igual forma podremos herir o dañar. Es por ello que debemos saber utilizarla adecuadamente, a pesar que es el más complicado de cumplir, pero el más importante ya que esta es la que nos ayudará a construir esa realidad que debemos buscar para encontrar el equilibrio.

El segundo acuerdo: No te tomes nada personalmente.

Estamos en un mundo donde todos se meten en la vida de todos, saben muchas cosas, quieren criticarte todo lo que hagas, pero aquí es donde parte este acuerdo. Toma solo lo que te va a ser bien para ti y desecha lo negativo. Las personas dicen cosas por decir, pero uno mismo es que él decide por sí mismo. Cada uno vivimos nuestra propia vida, en este mundo llegamos solos y nos iremos solos, lo único que interesa es que formemos nuestra personalidad a nuestro gusto y no al gusto de los demás. Muchas nos frustramos por comentarios, pero es aquí donde debe haber la confianza, para con ello poder lograr esa inmunidad emocional.

El tercer acuerdo: No hagas suposiciones.

Sócrates implementaba un filtro para saber si le convenía o no escuchar algo. Ese filtro está basado en tres cosas: el filtro de la verdad, la bondad y la utilidad.  Si no era cierto, no era bueno y no le era útil, entonces no lo escuchaba. Eso mismo deberíamos hacer nosotros. Este acuerdo nos recalca la importancia de estar seguro de lo que vamos a hacer o a pensar. Muchas veces nos metemos en problemas por suponer cosas que a la final se convierten en un mal entendido, pero son cosas, si no identificamos bien, si no la confirmamos y decimos algo, nos van es a causar daño y de esta forma estaríamos fallando en el primer acuerdo.

El cuarto acuerdo: Haz siempre lo mejor que puedas.

Siempre hay que dar lo mejor de uno en todas las cosas que hagamos. Este acuerdo nos afirma una vez más la importancia que es el emplear los otros tres acuerdos. Si nosotros entregamos lo mejor en nuestras acciones, de igual forma nos irá bien, así no siempre los resultados sean los esperados. La vida se forja a base de sacrificios y retos que uno debe de construir para conseguir sus objetivos y que de una u otra deberán siempre contar con la mayor entrega, entereza, aptitud y actitud para afrontar las nuevas cosas que se nos van dando en el día a día sin importar cuán difíciles sean.

Para terminar, hago énfasis en la idea que se describe en el libro “No hay razón para sufrir. La única razón por la que sufres es porque así tú lo eliges. Si observas tu vida encontrarás muchas excusas para sufrir, pero ninguna razón válida. Lo mismo es aplicable a la felicidad. La única razón por la que eres feliz es porque tú decides se feliz. La felicidad es una elección, como también lo es el sufrimiento”. Estas palabras solo  dan a entender que cada quien se forja su destino, que cada quien tenemos en nuestras manos una opción de vida que decidimos en qué momento cambiar.



miércoles, 12 de septiembre de 2012

¿MÁS SEGURIDAD NACIONAL, MENOS SEGURIDAD CIUDADANA?




La situación política y social que vivía nuestro país antes de agosto de 2002 cuando se implementa la política de seguridad democrática, fue una de las perores de nuestra historia. En aquel momento, la violencia y el miedo eran el día a día de los colombianos, mientras las guerrillas y los grupos paramilitares incrementaban su control de muchas regiones del país.

Con la implementación de las políticas de seguridad democrática, se presento una disminución (1)  del 67% de los ataques, un descenso del 85% en los secuestros, y una disminución del 92% en los retenes ilegales. Un éxito rotundo que se elevo a los campos políticos  y económicos del país.

Aun cuando el efecto de la política de seguridad democrática también impacto el comportamiento de la seguridad en algunas ciudades, en el que se evidenciaron que a la par de la disminución de la tasa nacional de homicidio, disminuyeron las tasas de ciudades como Cali, Medellín y Bogotá, hay nuevas dinámicas que estamos presenciando y que vale la pena analizar a fondo.

El incremento en primer trimestre del homicidio en algunas ciudades como Cali (23%), el incremento del hurto a personas en un 27% en 10 de las principales ciudades del país, del 29% en el caso de las lesiones comunes y del 3% del hurto de comercio, han llevado a algunos a replantear el éxito de la seguridad democrática. Pero ¿Qué tan cierta es esta afirmación? ¿El incremento de la inseguridad en las ciudades es un ejemplo de la debilidad de la política de seguridad nacional?

Definitivamente no, y para ello, es necesario aclarar conceptos. No es lo mismo violencia y crimen. Aun cuando las dos puedan tener que ver con expresiones y formas similares, especialmente si están relacionados con una guerra civil o un conflicto armado, la diferencia radica en el fin de las mismas. En el primer caso el fin es suplantar al estado, mientras  que en el segundo el fin no es más que un interés monetario, un negocio. La diferencia es tan clara que incluso, en este último caso, el crimen no solo no intenta subvertir el estado, sino que también pretende infiltrarse en él para alcanzar sus intereses económicos.

La diferencia planteada es fundamental para afirmar que la presencia más latente del crimen en algunas ciudades no desdibuja ni discute el restablecimiento del monopolio de fuerza y por tanto de la legitimidad del estado, a través del control de la violencia. Esto fue evidente en la disminución al maximo de aquellas organizaciones que querían suplantar o subvertir al estado.

También es fundamental para evidenciar una importante capacidad de la delincuencia de transformarse o mimetizarse a otras formas con el fin de alcanzar los objetivos. Eso explica el control que habrían tenido grupos paramilitares de pandillas o sicarios en los barrios en ciudades como Medellín y Cali, así como se explica que nuevos capos del narcotráfico, provenientes algunos de antiguos grupos paramilitares, hagan alianzas con las FARC, con el fin de mantener el negocio del narcotráfico.

El asunto central planteado aquí, es que el fin de la violencia relacionado con el resquebrajamiento del Estado no  significa, de manera inmediata, la disminución del crimen. Probablemente en algunas ocasiones significa su repunte. Pero también, significa una menor capacidad de supervivencia, a causa de la presencia de un Estado se hace más fuerte, organizado y preparado para combatirle. Es así como según Naciones Unidas “En el mediano o corto plazo, una incompleta o inefectiva reintegración de los excombatientes en la sociedad civil puede permitir la criminalidad armada por parte de los combatientes que no tiene otra forma de vivir”.

Con respecto a lo anterior, hay numerosos ejemplos en el mundo. Uno de ellos es Sudáfrica, en donde se libro uno de los procesos de paz más renombrados en el mundo. Luego de este, salieron a la luz antagonismos sociales que llevaron al incremento de la violencia social, a través de pandillas como las llamadas Inkathao (2).

Lo mismo ocurriría en el caso de Centro-América. Justo después del establecimiento de los acuerdos de paz, se evidencio un incremento en las tasas de homicidio, especialmente con las relacionadas con arma de fuego. En este sentido Alexandra Guaqueta menciona como esta nueva oleada de violencia estaría relacionada con el surgimiento de nuevas estructuras como la pandilla de los “maras”, pero también con una evidente incapacidad de la policía civil de afrontar este tipo de crimen, pues estaban acostumbrados únicamente a asumir enfrentamientos directos estilo “guerra de guerrillas”.

Lo anterior estaría en consonancia con lo dicho por el Small Arms Survey (2005), que plantea que la “demanda de armamento en contextos de post-conflicto generalmente se mantiene alta, y la militarización de algunas zonas aumenta el peligro de la ocurrencia de hechos de violencia” (3).

CONSIDERACIONES FINALES

Lo anteriormente planteado nos lleva a concluir que enfrentamos un político fundamental. Un momento que significa la satisfacción de haber iniciado un proceso de pacificación que ya no tiene vuelta atrás, pero también significa la urgencia de fortalecernos aun más para enfrentar las nuevas formas del crimen. Un crimen que ya no tiene la intensión de combatir al Estado, derrocar el poder constituido o suplantar las instituciones, sino intereses pura y eminentemente económicos.

Pero aquí la tarea no solo es del gobierno nacional. El congreso debe aportar creando instrumentos para el combate de la delincuencia y fortaleciendo espacios de cooperación institucional, así como expidiendo normas que se ajusten a la realidad del crimen organizado que opera en las ciudades. Debe concentrarse también en aprobar una serie normas que faciliten el combate, investigación y juzgamiento de pequeños delitos, que son los que más angustian a los ciudadanos y los que desde su perspectiva casi siempre quedan impunes. Pero sobre todo, hay que resultar el papel de los alcaldes, que en el actual escenario es cada vez más relevante.

Su responsabilidad debe verse reflejada en la construcción de institucionalidad local para el combate de la delincuencia urbana, instituciones transparentes, agiles y con capacidad de implementar soluciones creativas y con amplio uso de la tecnología disponible. También por supuesto, se requiere más presupuesto para la seguridad de los ciudadanos, más fuerza pública (generalmente con mayor grado de especialización) y más y mejor equipamiento. Pero todo se requiere liderazgo que conduzca a las ciudades a construir políticas de seguridad urbana de largo plazo, y en procurar políticas realmente impactantes para la disminución del crimen.

Para finalizar, hay que ratificar que el éxito de la seguridad democrática no tiene vuelta atrás. La victoria sobre la violencia no es un hecho temporal, una victoria de estas no es más que un acompañante seguro para los próximos tiempos y un mensaje contundente para las futuras generaciones.


(1)    Fundación seguridad y democracia, El debilitamiento de los grupos irregulares en Colombia.
(2)    Morris, Mike y Hindson Doug, violencia política, reforma y reconstrucción en Sudáfrica, Nueva sociedad No. 130, 1994.
(3)    Small Arms Survey, 2004. Acceso en: http:/ www.smallarmssurvey.org